El otorongo y la isula: Relato kukama sobre la resistencia de los pueblos
PUINAMUDT, 06/06/2014.- En toda sociedad, los relatos se usan para la transmisión de valores y saberes relacionados con la comprensión del mundo y la convivencia. Nos dicen, por ejemplo, cómo debe ser un hombre, una mujer o una familia. Hoy, por ejemplo, hay relatos que se manifiestan de muchas formas (orales, escritas, mediáticas) y hablan de “el éxito”, “el caos”, “el desarrollo” u otros temas.
Los pueblos indígenas también tienen sus propios relatos, saberes y valores; la transmisión de estos es, fundamentalmente, oral. En el tiempo, muchos de estos relatos fueron adaptándose a los cambios, con el objeto de salvaguardar saberes y prácticas.
El relato “El Otorongo y la isula” fue narrado hace unos meses en una asamblea de la Asociación Cocama de Desarrollo y Conservación San Pablo de Tipishca – ACODECOSPAT. No era la primera vez que el apu Rusbel Casternoque lo compartía en asamblea.
Era febrero de 2014 y las comunidades kukamas del río Marañón se declararon en “movilización permanente”. En dicha asamblea, el Estado había informado la grave situación de contaminación ambiental en la cuenca, consecuencia de más de 40 años de actividades petroleras. En medio de esa gran preocupación, Rusbel tomó el micrófono e inició el relato:
Había un tiempo de que el otorongo salía a buscar qué comer. En eso que se encontraba ya a la presa y tenía que acomodarse para que pueda lanzarse a su encima de la presa, le pica la isula y le molesta, no le dejaba estar quieto escuchando a su víctima, de tal modo que salta y le niega la isula, y le dice el otorongo “si fueras como yo nos agarraríamos a pelear para ver cuál es de los dos… yo te mato”. La isula desde su huequito le dice “no te hagas problema, podemos entrar a una guerra, yo puedo traer mi ejército y tú también traes tu ejército”. Y el otorongo gustosamente acepta la propuesta de la isula. Bueno… Hacen un pacto de tiempo, cuándo se van a encontrar y dónde, cada uno con su ejército. De tal modo que llegó el tiempo, la isula trajo a todas las hormiguitas desde el más pequeñito hasta el más grande, y el tigre también ha traído a todo su ejército, incluso trajo hasta elefantes. Pero las hormigas se pusieron en línea y el otorongo también con su ejército en línea. “A la voz de tres: uno, dos y tres”. Empezó.
Los elefantes pisoteaban a las hormigas, pero, mientras ellos pisoteaban a las hormigas ahí con el fin de matarlos, ellas subían en su cuerpo de todos estos animales y se metían; no solamente les mordían y picaban las isulas más grandes, las hormigas más pequeñas entraban por sus ojos, por sus trompas, por sus oídos, por todos los huecos atacaban estas hormiguitas pequeñitas. De tal modo que los animales más grandes, el ejército del otorongo, no sabían ni dónde ni cómo defenderse porque las hormigas pequeñas estaban en todos los huecos. El otorongo viendo ya así, sin poder controlar a estas hormiguitas, el otorongo pidió paz a la isula. Le pidió paz y la isula le dijo a sus demás ejércitos, les dijo “ahí nomás”. Se bajaron de su cuerpo de los animales más grandes, otra vez a su lugar, y le dijeron que ya no les persigan más porque ellos les van seguir haciendo lo que debía ser su defensa. Han hecho su defensa frente a grandes animales estas hormiguitas.